Reyes Pirela Seguir
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Érase una vez un simpático gatito llamado Moad que vivía con su familia en lo alto de un edificio. Una noche mientras contemplaba el cielo pudo observar un rayito de luz que se desplazaba a gran velocidad hasta desaparecer finalmente en la inmensidad.
Con su boca completamente abierta, no podía entender como la lucecita había reaparecido justamente frente a la ventana, transformándose de manera sorprendente en la robusta figura de San Nicolás sentado en su trineo mágico, el cual era tirado por nueve renos, liderados por Rodolfo con su llamativa nariz roja.
Moad estuvo a punto de correr para esconderse, pero la voz de San Nicolás lo detuvo. -¡Hijito, quiero que escuches lo que vengo a proponerte!
-Perdóname tío, pe...pe...pero ¿de qué se trata?
Muy sonriente el tío se dispuso a explicar el motivo de su visita. -Cada año acostumbro elegir al ser que me acompañará a llevar regalos de navidad a los niños del mundo. Y esta vez el honor ha recaído en ti, hijito.
Con grandes saltos de felicidad que casi pegaba su cabecita del techo el pequeño celebraba, pues solo faltaba una semana para tener el gusto de viajar junto al personaje pascual más querido e idolatrado.
Era víspera de navidad y allí estaba San Nicolás dando golpecitos a la ventana. -Preparado hijito, que tenemos mucho trabajo por delante, Jo, jo, Jo.
-Si, tío, pero... ¿cómo salgo?
-Solo cierra tus ojos y asunto resuelto. -Moad tapó sus ojitos con las patitas y al abrirlos se encontró junto al tío, listo para viajar al Polo Norte, donde cargarían el trineo con los juguetes solicitados por los niños a través de sus cartitas.
A gran velocidad llegaron al Ártico, donde había muchos duendes trabajando y sin perder tiempo comenzaron a cargar el trineo de juguetes, saliendo luego a cumplir con el hermoso propósito.
Rápidamente dejaban regalos en las ventanas, algunas veces tenían que bajar por chimeneas, escaleras, techos, pero todos disfrutaban de su trabajo, hasta que San Nicolás, dijo. -Solo me queda entregar este último regalito que es para ti hijito, ábrelo al llegar a tu casa y ¡Feliz Navidad!
-Muchas gracias, tío. -Respondió Moad entusiasmado y lo abrazó, prometiendo que jamás olvidaría los agradables momentos pasados con ellos.
En el calor del hogar, sentado frente al arbolito de navidad, Moad contaba muy feliz su maravilloso viaje e inmediatamente comenzó a abrir su regalo y emocionado vio que se trataba de un hermoso collar del cual colgaba una reluciente medalla de oro con su figura grabada conduciendo sonriente el trineo mágico repleto de regalos tirado por los renos y a su lado el tío San Nicolás.
Fin
«Vivamos y revivamos los momentos de alegría que nos brindan las Navidades. ¡Noche de Paz, Noche de Amor, amigos de Forobeta!»
Con su boca completamente abierta, no podía entender como la lucecita había reaparecido justamente frente a la ventana, transformándose de manera sorprendente en la robusta figura de San Nicolás sentado en su trineo mágico, el cual era tirado por nueve renos, liderados por Rodolfo con su llamativa nariz roja.
Moad estuvo a punto de correr para esconderse, pero la voz de San Nicolás lo detuvo. -¡Hijito, quiero que escuches lo que vengo a proponerte!
-Perdóname tío, pe...pe...pero ¿de qué se trata?
Muy sonriente el tío se dispuso a explicar el motivo de su visita. -Cada año acostumbro elegir al ser que me acompañará a llevar regalos de navidad a los niños del mundo. Y esta vez el honor ha recaído en ti, hijito.
Con grandes saltos de felicidad que casi pegaba su cabecita del techo el pequeño celebraba, pues solo faltaba una semana para tener el gusto de viajar junto al personaje pascual más querido e idolatrado.
Era víspera de navidad y allí estaba San Nicolás dando golpecitos a la ventana. -Preparado hijito, que tenemos mucho trabajo por delante, Jo, jo, Jo.
-Si, tío, pero... ¿cómo salgo?
-Solo cierra tus ojos y asunto resuelto. -Moad tapó sus ojitos con las patitas y al abrirlos se encontró junto al tío, listo para viajar al Polo Norte, donde cargarían el trineo con los juguetes solicitados por los niños a través de sus cartitas.
A gran velocidad llegaron al Ártico, donde había muchos duendes trabajando y sin perder tiempo comenzaron a cargar el trineo de juguetes, saliendo luego a cumplir con el hermoso propósito.
Rápidamente dejaban regalos en las ventanas, algunas veces tenían que bajar por chimeneas, escaleras, techos, pero todos disfrutaban de su trabajo, hasta que San Nicolás, dijo. -Solo me queda entregar este último regalito que es para ti hijito, ábrelo al llegar a tu casa y ¡Feliz Navidad!
-Muchas gracias, tío. -Respondió Moad entusiasmado y lo abrazó, prometiendo que jamás olvidaría los agradables momentos pasados con ellos.
En el calor del hogar, sentado frente al arbolito de navidad, Moad contaba muy feliz su maravilloso viaje e inmediatamente comenzó a abrir su regalo y emocionado vio que se trataba de un hermoso collar del cual colgaba una reluciente medalla de oro con su figura grabada conduciendo sonriente el trineo mágico repleto de regalos tirado por los renos y a su lado el tío San Nicolás.
Fin
«Vivamos y revivamos los momentos de alegría que nos brindan las Navidades. ¡Noche de Paz, Noche de Amor, amigos de Forobeta!»