El contrato. Guerrero inmortal del bajo mundo: la danza, la magia y la servidumbre

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Esa noche, una chica vestida con ropas de cuero danzaba entre las tumbas iluminadas por la hermosa luna llena. Ahí, donde descansaban los poetas que ella admiraba —los que dieron la vida por su arte—. Su cabello rojo, liso y terminado en puntas con ondas se sacudía, mientras ella giraba el cuerpo sobre su pie izquierdo y levantaba la pierna derecha con las manos entrelazadas; sus ojos azules brillaban al mirar hacia el cielo, al mismo tiempo que sonreía con sus carnosos labios. Rodeada por los muros y la verja que custodiaban el lugar, su danza era un tributo para esos muertos —que le importaban más que los vivos— y a su vez, una expresión de como se había encerrado en su propio mundo para evadir el sufrimiento que le atormentaba desde hacía años. El dolor que sentía dio origen a un rencor que con el pasar de las mareas del tiempo se convirtió en un odio profundo como el océano.

Recordaba como a sus siete años, su madre le había gritado por primera vez de manera salvaje e iracunda, por haber dejado un juguete tirado en medio de la sala; pero más que eso, lo imposible de olvidar era la sensación de terror en su cuerpo paralizado: pero no eran sólo los gritos, sino la mirada de su madre lo que le aterraba, pues expresaba un profundo instinto asesino.

La relación de ellas empeoró el día que por querer defenderse le devolvió un grito: grave error, eso sólo hizo que su padre la abofeteara con tanta fuerza que la tiró al suelo.

La amargura de sus experiencias la había llevado hasta aquí, todo un efecto en cadena que comenzó como algo pequeño para convertirse en un vacío que quemaba lo profundo de su alma.

Era la noche de su cumpleaños número dieciséis, el treinta y uno de diciembre en Estados Unidos. En unos minutos sucedería el cambio de año. En un giro pudo ver a lo lejos un par de destellos dorados, aunque por la distancia y lo fugaz de ese vistazo fue incapaz de distinguir exactamente de qué se trataba, pero volvió a girar y esta vez la fuente de ese brillo estaba mucho más cerca: resultaron ser los ojos de un hombre. Ambos se quedaron inmóviles mirándose directo a los ojos durante algunos segundos sin saber qué decir, fue entonces cuando ella decidió romper el silencio.

—¡Ven! —Lo llamó ella, mientras hacía un gesto con el brazo derecho para indicarle que se acercará.

Él se acercó lentamente y mientras tanto, la chica lo contemplaba detalladamente de arriba hacia abajo. Lo primero que observó fue el rostro de piel blanca, nariz fina y perfilada, además de los labios carnosos; fue bajando la mirada, aquel hombre vestía con un sobretodo que le llegaba hasta los tobillos, una franela ajustada que marcaba sus tonificados músculos del pecho y el abdomen. Sus manos estaban cubiertas por guantes, también tenía un pantalón con una correa de hebilla plateada que tenía forma de calavera y rosa grabada en la frente. La ropa era de color negro y hecha de cuero, al igual que los zapatos. Al terminar de observar su vestimenta, volvió a admirar aquellos ojos y le dio la sensación que esa mirada podía atravesarla hasta la profundidad de su ser.

—Dime, ¿cuál es tu nombre? —Se sintió nerviosa, nunca la habían observado mientras danzaba en el cementerio.

—Me dicen Rio —dijo el recién aparecido con una sonrisa que le produjo atracción a la chica y luego parpadeó lentamente antes de preguntar —¿y tú? —Arqueó una ceja —¿cómo te llamas?

—Me llamo Iris. –Su expresión era neutra y sintió curiosidad, pues nunca había visto ojos de ese color. —Rio, tus ojos… tienen un color dorado y brillante, pero por más que los miro no veo que tengas lentes de contacto… ¡casi pensaría que son naturales!

—Lo son. —Él parpadeó lentamente. Sentía cierta ansiedad, como si esperara que ocurriera algo en especial.

«Como si fuese a creer algo así, ¿cómo puede mentirme y sonar tan sensual al mismo tiempo», pensó Iris.

Mostró una expresión seria, lo más neutra posible. Decidió cambiar el tema, no le gustaba que le mintieran descaradamente.

«Quizá sea un sujeto peligroso con intenciones ocultas», pensó ella.

Pero como si aquellos ojos le hipnotizaran, fue incapaz de alejarse. Se mordió el labio inferior preguntándose qué debía hacer y decidió que no estaba mal saciar su curiosidad.

—¿Por qué estás aquí? —Ella entrecerró los ojos.

—Estoy aquí por ti. —El brillo en los ojos de Rio aumentó —. Aunque podría haberte preguntado lo mismo.

Iris notó el sarcasmo en la voz de él como si se burlara de su danza. Pero antes de que ella pudiera responder, él levantó el brazo derecho y una chispa apareció entre sus dedos para luego convertirse en un ramo de rosas blancas.

«¿De dónde ha salido ese ramo? Son demasiadas rosas para que las haya sacado de la manga… es como si hubiera salido de la nada ¡Pero eso es imposible!», pensó Iris.

—Pe… pero. —Los ojos de ella se abrieron como los de un búho y retrocedió un par de pasos
—¿Có… cómo has hecho eso?

Rio sacó una de las rosas del ramo, la dejó flotando en el aire, se arrancó un pedazo de piel del pulgar derecho con los dientes y dejó caer una gota de sangre en la punta de la rosa. Para Iris, los movimientos de él resultaron imperceptibles: apenas y si había notado la rosa flotar y la gota de sangre caer; cuando se dio cuenta la rosa estaba clavada en el suelo a dos metros a la izquierda de ella. Ante sus ojos, la rosa creció tomando la forma de un torso, brazos y cabeza irregular con una boca tan grande que podría tragarse un caballo de una mordida.

Iris volteó para mirar de frente a la bestia, retrocedió un paso, pero entonces el miedo le paralizó.

Fue entonces cuando Rio se colocó entre ella y la bestia, para evitar que esta devorara a la chica. Él miraba fijamente a los ojos de Iris.

—Vaya, ¿tienes tanto miedo que ni siquiera puedes huir?, —dijo Rio, y le mostró una hoja con letras que parecían estar impresas —. Este es un contrato que debes firmar con tu sangre. —Tomó un instante para mirar de reojo a su criatura para luego añadir —: A menos que quieras morir devorada por este ser carente de cerebro.

Iris de forma autómata, agarró el contrato que Rio puso en las manos de ella. Rio se hizo a un lado, la criatura se acercaba, las manos y boca de Iris temblaban.

—Pe… pero yo… —dijo Iris.

—Firma —dijo Rio, que comenzó a reír sacudiendo el cuerpo sin parar de arriba hacia abajo una y otra vez.

Rio dejó de reír y señaló el meñique derecho de Iris, entonces ella se dio cuenta que de su dedo brotaba sangre. El rostro de él lucía desencajado.

Fue cuando ella tomó la peor decisión posible y colocó su dedo en la raya que indicaba el espacio de firma, inmediatamente después, el contrato se esfumó y Rio desintegró a la criatura arrojando una bola de energía.

En ese momento, la expresión de Rio era muy seria.

—Ahora que has firmado este contrato, eres y siempre serás mi sirvienta, por toda la eternidad. —Rio sintió satisfacción al haber logrado el objetivo planeado de principio a fin —. No podrás desobedecer ninguna de mis órdenes.

Para Iris, él se veía y se escuchaba como si no tuviera sentimientos, esa apariencia le recordaba en cierta forma lo que principios de su adolescencia decían sus compañeros de clase de ella —por su expresión generalmente demasiado seria— y no podía evitar sentir alivio por no haber muerto devorada.

Él tomó otra rosa del ramo mientras que el resto de las rosas desaparecieron; arrojó esa rosa al suelo y se abrió un portal de forma rectangular del que emanó una luz roja y la rosa desapareció.

Se acercó caminando lentamente hasta el portal y luego volteó a mirar a Iris; la chica continuaba inmóvil.

—¡¿Qué estás esperando, una invitación?! —vociferó él —. Ya vámonos.

Así, ambos saltaron dentro del portal y este se cerró, cuando hacía unos pocos minutos, había comenzado el primero de enero.
 
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Esa noche, una chica vestida con ropas de cuero danzaba entre las tumbas iluminadas por la hermosa luna llena. Ahí, donde descansaban los poetas que ella admiraba —los que dieron la vida por su arte—. Su cabello rojo, liso y terminado en puntas con ondas se sacudía, mientras ella giraba el cuerpo sobre su pie izquierdo y levantaba la pierna derecha con las manos entrelazadas; sus ojos azules brillaban al mirar hacia el cielo, al mismo tiempo que sonreía con sus carnosos labios. Rodeada por los muros y la verja que custodiaban el lugar, su danza era un tributo para esos muertos —que le importaban más que los vivos— y a su vez, una expresión de como se había encerrado en su propio mundo para evadir el sufrimiento que le atormentaba desde hacía años. El dolor que sentía dio origen a un rencor que con el pasar de las mareas del tiempo se convirtió en un odio profundo como el océano.

Recordaba como a sus siete años, su madre le había gritado por primera vez de manera salvaje e iracunda, por haber dejado un juguete tirado en medio de la sala; pero más que eso, lo imposible de olvidar era la sensación de terror en su cuerpo paralizado: pero no eran sólo los gritos, sino la mirada de su madre lo que le aterraba, pues expresaba un profundo instinto asesino.

La relación de ellas empeoró el día que por querer defenderse le devolvió un grito: grave error, eso sólo hizo que su padre la abofeteara con tanta fuerza que la tiró al suelo.

La amargura de sus experiencias la había llevado hasta aquí, todo un efecto en cadena que comenzó como algo pequeño para convertirse en un vacío que quemaba lo profundo de su alma.

Era la noche de su cumpleaños número dieciséis, el treinta y uno de diciembre en Estados Unidos. En unos minutos sucedería el cambio de año. En un giro pudo ver a lo lejos un par de destellos dorados, aunque por la distancia y lo fugaz de ese vistazo fue incapaz de distinguir exactamente de qué se trataba, pero volvió a girar y esta vez la fuente de ese brillo estaba mucho más cerca: resultaron ser los ojos de un hombre. Ambos se quedaron inmóviles mirándose directo a los ojos durante algunos segundos sin saber qué decir, fue entonces cuando ella decidió romper el silencio.

—¡Ven! —Lo llamó ella, mientras hacía un gesto con el brazo derecho para indicarle que se acercará.

Él se acercó lentamente y mientras tanto, la chica lo contemplaba detalladamente de arriba hacia abajo. Lo primero que observó fue el rostro de piel blanca, nariz fina y perfilada, además de los labios carnosos; fue bajando la mirada, aquel hombre vestía con un sobretodo que le llegaba hasta los tobillos, una franela ajustada que marcaba sus tonificados músculos del pecho y el abdomen. Sus manos estaban cubiertas por guantes, también tenía un pantalón con una correa de hebilla plateada que tenía forma de calavera y rosa grabada en la frente. La ropa era de color negro y hecha de cuero, al igual que los zapatos. Al terminar de observar su vestimenta, volvió a admirar aquellos ojos y le dio la sensación que esa mirada podía atravesarla hasta la profundidad de su ser.

—Dime, ¿cuál es tu nombre? —Se sintió nerviosa, nunca la habían observado mientras danzaba en el cementerio.

—Me dicen Rio —dijo el recién aparecido con una sonrisa que le produjo atracción a la chica y luego parpadeó lentamente antes de preguntar —¿y tú? —Arqueó una ceja —¿cómo te llamas?

—Me llamo Iris. –Su expresión era neutra y sintió curiosidad, pues nunca había visto ojos de ese color. —Rio, tus ojos… tienen un color dorado y brillante, pero por más que los miro no veo que tengas lentes de contacto… ¡casi pensaría que son naturales!

—Lo son. —Él parpadeó lentamente. Sentía cierta ansiedad, como si esperara que ocurriera algo en especial.

«Como si fuese a creer algo así, ¿cómo puede mentirme y sonar tan sensual al mismo tiempo», pensó Iris.

Mostró una expresión seria, lo más neutra posible. Decidió cambiar el tema, no le gustaba que le mintieran descaradamente.

«Quizá sea un sujeto peligroso con intenciones ocultas», pensó ella.

Pero como si aquellos ojos le hipnotizaran, fue incapaz de alejarse. Se mordió el labio inferior preguntándose qué debía hacer y decidió que no estaba mal saciar su curiosidad.

—¿Por qué estás aquí? —Ella entrecerró los ojos.

—Estoy aquí por ti. —El brillo en los ojos de Rio aumentó —. Aunque podría haberte preguntado lo mismo.

Iris notó el sarcasmo en la voz de él como si se burlara de su danza. Pero antes de que ella pudiera responder, él levantó el brazo derecho y una chispa apareció entre sus dedos para luego convertirse en un ramo de rosas blancas.

«¿De dónde ha salido ese ramo? Son demasiadas rosas para que las haya sacado de la manga… es como si hubiera salido de la nada ¡Pero eso es imposible!», pensó Iris.

—Pe… pero. —Los ojos de ella se abrieron como los de un búho y retrocedió un par de pasos
—¿Có… cómo has hecho eso?

Rio sacó una de las rosas del ramo, la dejó flotando en el aire, se arrancó un pedazo de piel del pulgar derecho con los dientes y dejó caer una gota de sangre en la punta de la rosa. Para Iris, los movimientos de él resultaron imperceptibles: apenas y si había notado la rosa flotar y la gota de sangre caer; cuando se dio cuenta la rosa estaba clavada en el suelo a dos metros a la izquierda de ella. Ante sus ojos, la rosa creció tomando la forma de un torso, brazos y cabeza irregular con una boca tan grande que podría tragarse un caballo de una mordida.

Iris volteó para mirar de frente a la bestia, retrocedió un paso, pero entonces el miedo le paralizó.

Fue entonces cuando Rio se colocó entre ella y la bestia, para evitar que esta devorara a la chica. Él miraba fijamente a los ojos de Iris.

—Vaya, ¿tienes tanto miedo que ni siquiera puedes huir?, —dijo Rio, y le mostró una hoja con letras que parecían estar impresas —. Este es un contrato que debes firmar con tu sangre. —Tomó un instante para mirar de reojo a su criatura para luego añadir —: A menos que quieras morir devorada por este ser carente de cerebro.

Iris de forma autómata, agarró el contrato que Rio puso en las manos de ella. Rio se hizo a un lado, la criatura se acercaba, las manos y boca de Iris temblaban.

—Pe… pero yo… —dijo Iris.

—Firma —dijo Rio, que comenzó a reír sacudiendo el cuerpo sin parar de arriba hacia abajo una y otra vez.

Rio dejó de reír y señaló el meñique derecho de Iris, entonces ella se dio cuenta que de su dedo brotaba sangre. El rostro de él lucía desencajado.

Fue cuando ella tomó la peor decisión posible y colocó su dedo en la raya que indicaba el espacio de firma, inmediatamente después, el contrato se esfumó y Rio desintegró a la criatura arrojando una bola de energía.

En ese momento, la expresión de Rio era muy seria.

—Ahora que has firmado este contrato, eres y siempre serás mi sirvienta, por toda la eternidad. —Rio sintió satisfacción al haber logrado el objetivo planeado de principio a fin —. No podrás desobedecer ninguna de mis órdenes.

Para Iris, él se veía y se escuchaba como si no tuviera sentimientos, esa apariencia le recordaba en cierta forma lo que principios de su adolescencia decían sus compañeros de clase de ella —por su expresión generalmente demasiado seria— y no podía evitar sentir alivio por no haber muerto devorada.

Él tomó otra rosa del ramo mientras que el resto de las rosas desaparecieron; arrojó esa rosa al suelo y se abrió un portal de forma rectangular del que emanó una luz roja y la rosa desapareció.

Se acercó caminando lentamente hasta el portal y luego volteó a mirar a Iris; la chica continuaba inmóvil.

—¡¿Qué estás esperando, una invitación?! —vociferó él —. Ya vámonos.

Así, ambos saltaron dentro del portal y este se cerró, cuando hacía unos pocos minutos, había comenzado el primero de enero.
La escena que has descrito es impactante y llena de misterio, con elementos sobrenaturales que mantienen al lector en vilo. El encuentro entre Iris y Rio en el cementerio, la magia desplegada por él y el inesperado giro con el contrato inmortal agregan una capa de suspenso y tensión a la historia. La transformación del ramo de rosas en una criatura aterradora y la decisión de Iris de firmar el contrato por temor a las consecuencias hacen que la trama se vuelva aún más intrigante. La obligación de ser la sirvienta de Rio por toda la eternidad plantea un destino incierto y desafiante para Iris. ¿Qué ocurrirá a continuación en esta historia llena de danza, magia y servidumbre? ¡Estoy ansioso por conocer más detalles!
 

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La escena que has descrito es impactante y llena de misterio, con elementos sobrenaturales que mantienen al lector en vilo. El encuentro entre Iris y Rio en el cementerio, la magia desplegada por él y el inesperado giro con el contrato inmortal agregan una capa de suspenso y tensión a la historia. La transformación del ramo de rosas en una criatura aterradora y la decisión de Iris de firmar el contrato por temor a las consecuencias hacen que la trama se vuelva aún más intrigante. La obligación de ser la sirvienta de Rio por toda la eternidad plantea un destino incierto y desafiante para Iris. ¿Qué ocurrirá a continuación en esta historia llena de danza, magia y servidumbre? ¡Estoy ansioso por conocer más detalles!
Bueno, esta fue la primera novela que escribí... está completa hace muchos años, aunque fue hace pocos años que la reescribí desde cero y aún luego de eso he hecho ligeras correcciones y una que otra modificación mínima.

Son un total de 4 libros, aunque sólo he reescrito el primero, el segundo está en proceso de reescritura.

Voy a dejar aquí el segundo capítulo, si luego de eso te sigue gustando, te dejo el link de wattpad.

Capítulo II

Infierno​



Iris se encontraba confundida, no había tenido tiempo de asimilar lo sucedido, mientras se recuperaba de ese estado, observaba el lugar: una luz que provenía de todas partes, un piso y un techo de piedra, con enormes estalactitas y estalagmitas, todo color rojo y con mucho espacio libre. La apariencia del lugar, más la forma en cómo llegó, le hicieron darse cuenta de donde se encontraba.



Rio, al ver la expresión de terror en el rostro de Iris, rompió el silencio.



—Al parecer te has dado cuenta del lugar donde te encuentras ¿No? —Él la miraba de frente.

—No, no me digas que esta caverna gigantesca es el infierno—. Ella evitaba cualquier expresión corporal, pero su tono de voz y el latir de su corazón delataban que aún sentía miedo.

—Pues... la verdad... así es. —El tono de él era sarcástico.

Las manos de Iris temblaban, pero Rio se acercó y la abrazó para calmarla. Ella se sintió protegida entre esos fuertes brazos. Rio la soltó y se alejó un poco para esperar a que Iris hablara.

—Entonces ¿eres un demonio? —Iris acarició el rostro de él con la mano derecha. La piel de Rio le resultó suave y lisa, además, para ella el rostro de él era la expresión pura de belleza masculina.

—Sí, lo soy—. Rio retiró la mano de Iris y aspiró profundamente preparándose para lo que estaba a punto de decir—. Quiero que sepas una cosa: el poder demoníaco se mide en una escala de uno a cien puntos, es algo que el señor de este infierno y yo inventamos hace tiempo, asignando un punto por cada capa del sello que nos da la inmortalidad a nosotros los demonios—. Hizo una pausa, se dio cuenta que hablaba muy rápido—. Fue algo hecho por la necesidad de dividir a los fuertes de los débiles en las siete diferentes secciones del infierno. Yo tengo un total de cien capas en mi sello, es decir, soy un demonio de cien puntos, mi energía demoníaca es infinita, y así que no tengo problemas en derrotar a los que nos ataquen.

—¿Por qué te atacarían? —preguntó Iris.

—A eso iba: los demonios de sesenta seis puntos o menos, son lo que llamamos demonios menores, su inteligencia está por debajo de la humana y algunos atacarían por proteger su territorio instintivamente y otros lo harán porque digamos que el señor de este infierno y yo no nos llevamos bien… sólo estamos por acá por una apuesta que él y yo hicimos—respondió Rio.

—¿Pero tú me protegerás de los demás demonios? —Los labios de ella temblaban más que antes.

—Sí, pero es posible que algún ataque te alcance mientras lucho, debido a la desventaja numérica, pues los demonios menores, aunque débiles, son abundantes—. Rio sonrió levemente mientras se quitaba su sobretodo—. Toma, ponte mi sobretodo, él te protegerá como el mejor de los escudos.

Ella se colocó el sobretodo de forma cerrada, al fin y al cabo, era un «escudo», así que su prioridad era que cubriera lo más posible su cuerpo. Parte de su miedo desapareció.

—Acompáñame—. Rio comenzó a caminar e Iris lo siguió.

Justo cuando se acercaban a un pozo de lava ardiente, este tomó forma de brazos y una boca, se trataba de un demonio cuyo espíritu se había hecho uno con parte del ambiente infernal.

—Quédate atrás Iris, no te preocupes, yo te protegeré—. Sonrió al decir esto mientras la miraba de reojo.

—De acuerdo—. El corazón de Iris latía rápido ante el posible peligro que representaba aquel ser de lava ardiente.

El demonio arrojó una bola de lava a Rio, la cual fue bloqueada por un campo de fuerza hecho con la energía excesiva que este emanaba más allá de su aura, la cual estaba programada para solidificarse ante cualquier ataque a distancia.

—Bueno me parece que, si quiero divertirme un poco contigo para así poder calentar para mis siguientes batallas que tendré en el camino, debo reducir al mínimo mi protección para así darte ventaja—comentó Rio.

Él deshizo su campo de fuerza y redujo al mínimo el poder protector que le proporcionaban sus ropas, las cuales fueron hechas con su propia energía.

El demonio comenzó a lanzar una bola de lava una tras otra, cada vez más furioso mientras Rio las esquivaba todas.

—Vaya, eres demasiado lento, ya me estás aburriendo—dijo Rio con tono burlón.

Rio saltó hasta el techo del infierno y de ahí lanzó once bolas de energía y como consecuencia de que estas impactaran contra el oponente, la explosión resultante desintegró al demonio de lava por completo, hasta no dejar rastro.

—Ya está—. Aunque Rio había estado corriendo, no se escuchaba agitado.

—Ya veo que te gusta jugar con tu oponente, como los gatos con la comida—. Iris se acercó a él al decir esto—. Eres cruel y disfrutas mostrando tu superioridad, ¿verdad?

Rio le sostuvo la mirada, ahogado en los profundos ojos azules de Iris, hasta que finalmente ella apartó la vista. Luego caminaron hasta llegar a una enorme puerta de piedra. Iris la observó con detenimiento: en la parte superior había una inscripción en la que se podía leer “Lujuria” y abajo estaban tallados bebes con alas negras, unidos por lazos en los que se concentraba aquella luz roja, mientras que en la parte inferior se podía leer “Ira” y cuando Rio se acercó, la puerta se abrió sin que él la tocara. Los bebés se movieron, y su mirada se tornó carmesí.

Rio caminó hasta atravesar la puerta y miró hacia Iris, que se había quedado atrás.

—Ven, tengo prisa —ordenó él. El contrato hizo su efecto, obligando a Iris a caminar hasta quedar a su lado, recordándola su posición de servidumbre eterna.

—Dijiste que sería tu sirvienta por la eternidad, ¿significa que me has vuelto inmortal? —Ella sintió miedo al preguntar esto, porque en parte sabía cuál era la respuesta, pero no le agradaba en absoluto esa idea.

—Te quedarás con esta apariencia de dieciséis años, además tu vida no es tan frágil como la de un ser humano común y corriente, no sólo por la dificultad para matarte, sino porque ya no puedes enfermarte, en cierta forma eres «inmortal»—respondió Rio: sabía que muchos humanos consideraban eso como inmortalidad. Él pensó en lo valiosa que era Iris para él y que el contrato hiciera un efecto así era necesario para conservarla.

La puerta se cerró tras ellos y un ejército de demonios alados los rodeó volando, eran millones, cada uno de ellos con enormes cuernos, piel negra y alas gigantes parecidas a las de los murciélagos. Uno de ellos se colocó en el suelo, a unos diez metros de Rio e Iris.

—Demonios de dieseis a treinta puntos—. Rio se apartó un poco de Iris y fijó su vista en el demonio que estaba en el piso. Luego observó las alturas—. No sé si decir que tienen mucho valor o son más estúpidos de lo que esperaba, ¿realmente piensan que pueden derrotarme entre todos o sólo tienen ganas de morir?

—Acabaremos contigo en nombre del señor Lucifer, somos millones contra ti. —Señaló a Rio alzando el brazo izquierdo—. Mira nuestras garras Rio, serán las que desgarrarán tu miserable cuerpo antes de que te devoremos…. Luego seguirá la humana que te acompaña en esta ocasión—. Alzó el vuelo al momento de concluir su oración.

—Como dije, tienen mucho valor—. Rio sonrió como si le hubieran invitado a una gran fiesta.

Rio dejó fluir su energía hasta llegar al treinta por ciento del límite de uso que le permitía su cuerpo en ese momento. Acto seguido disparó su energía en forma de rayo, acabando con la mitad de sus oponentes.

—Haciendo un ataque tan concentrado me la están poniendo demasiado fácil ¡Vamos! Por favor, brinden me algo de diversión —gritó para que todos le escucharan.

El resto del ejército de demonios comenzó a moverse como avispas alborotadas alrededor de Rio e Iris. Cada miembro del ejército disparó un rayo que concentraron hacia el cuerpo de Rio, pero estos rayos chocaron contra el imponente campo de fuerza que apenas se alteró un poco antes de volverse invisible de nuevo.

—Es hora de acabar con esto—dijo Rio, más para sí mismo que para los demás.

Comenzó a moverse a increíble velocidad, tanto que desaparecía de la vista de los demonios y al detenerse por instantes frente a ellos para dispararles bolas de energía, reaparecía. Al cabo de unos segundos ya había acabado con todos.

Luego de esto, siguieron avanzando y Rio acababa sin problemas con cada ejército de demonios menores. Iris se sentía tranquila a su lado, pero fue entonces que llegaron a la quinta sección.

Rio se apartó de ella al observar al ejército que les había estado esperando con ansias: se trataba de demonios que se encontraban entre los sesenta y sesenta seis puntos, con forma de rinocerontes totalmente negros del tamaño de elefantes, pero con grandes alas de murciélago y además con largas colas y grandes cuernos como los de un toro.

Rio liberó su poder hasta alcanzar el cincuenta y cinco por ciento de lo que, por ahora podía resistir su cuerpo.

Los demonios menores se acercaban rápidamente, no había tiempo para mediar palabras. Él materializó su ramo de rosas y las lanzó con telequinesis a puntos estratégicos, por último, arrojó bolas de energía a las rosas, la explosión de las bolas multiplicó su poder al entrar en contacto con ellas y arrasó con casi todo el ejército.

—Como siempre no me sirvieron ni para el calentamiento—. Bostezó al decir esto y se tapó la boca con la mano izquierda.

Iris observó horrorizada como seis de los demonios se regeneraban a partir de unas palabras en medio del aire, las cuales parecían estar escritas en chino.

«Resistieron su ataque… ¿son más fuertes que él? ¿Acaso voy a morir?», pensó Iris.

Rio vio como cinco de los demonios huyeron en un intento de salvar sus vidas.

—¿A dónde creen que van hijos de puta? ¿Creen realmente que los dejaré huir tan fácilmente? —gritó Rio mientras reía—. Deben estar bromeando. —La emoción de verlos sobrevivir había hecho que se olvidara de la presencia de Iris.

Rio se movió a gran velocidad, deteniéndose para colocar una bola de energía en el hocico de ellos, las bolas estallaban, desintegrándolos.

El demonio restante, tras recuperarse del aturdimiento, había ido en estampida contra Iris. Rio se quedó quieto para ver como este rebotaba contra el sobretodo, sin causarle daño a ella y luego disparó un rayo que eliminó a este último enemigo.

—¿Có… cómo es que sigo viva y totalmente ilesa? —Iris temblaba del pánico, realmente sintió que iba a morir.

—Mi sobretodo te protegió, de todas mis ropas protectoras es la más resistente, quizá hubiera fallado ante el ataque de tantos demonios, en especial porque lo llevas tú y así no cuenta con mi aura como refuerzo, pero ante un solo ataque de bajo nivel, era obvio que te protegería, por eso te lo di—explicó Rio.

Una lágrima escapó del ojo izquierdo de Iris ante la respuesta de Rio y ni ella misma supo si era de alivio o se trataba de un lamento profundo por su situación.
 

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Son un total de 4 libros, aunque sólo he reescrito el primero, el segundo está en proceso de reescritura.

Voy a dejar aquí el segundo capítulo, si luego de eso te sigue gustando, te dejo el link de wattpad.

Capítulo II

Infierno​



Iris se encontraba confundida, no había tenido tiempo de asimilar lo sucedido, mientras se recuperaba de ese estado, observaba el lugar: una luz que provenía de todas partes, un piso y un techo de piedra, con enormes estalactitas y estalagmitas, todo color rojo y con mucho espacio libre. La apariencia del lugar, más la forma en cómo llegó, le hicieron darse cuenta de donde se encontraba.



Rio, al ver la expresión de terror en el rostro de Iris, rompió el silencio.



—Al parecer te has dado cuenta del lugar donde te encuentras ¿No? —Él la miraba de frente.

—No, no me digas que esta caverna gigantesca es el infierno—. Ella evitaba cualquier expresión corporal, pero su tono de voz y el latir de su corazón delataban que aún sentía miedo.

—Pues... la verdad... así es. —El tono de él era sarcástico.

Las manos de Iris temblaban, pero Rio se acercó y la abrazó para calmarla. Ella se sintió protegida entre esos fuertes brazos. Rio la soltó y se alejó un poco para esperar a que Iris hablara.

—Entonces ¿eres un demonio? —Iris acarició el rostro de él con la mano derecha. La piel de Rio le resultó suave y lisa, además, para ella el rostro de él era la expresión pura de belleza masculina.

—Sí, lo soy—. Rio retiró la mano de Iris y aspiró profundamente preparándose para lo que estaba a punto de decir—. Quiero que sepas una cosa: el poder demoníaco se mide en una escala de uno a cien puntos, es algo que el señor de este infierno y yo inventamos hace tiempo, asignando un punto por cada capa del sello que nos da la inmortalidad a nosotros los demonios—. Hizo una pausa, se dio cuenta que hablaba muy rápido—. Fue algo hecho por la necesidad de dividir a los fuertes de los débiles en las siete diferentes secciones del infierno. Yo tengo un total de cien capas en mi sello, es decir, soy un demonio de cien puntos, mi energía demoníaca es infinita, y así que no tengo problemas en derrotar a los que nos ataquen.

—¿Por qué te atacarían? —preguntó Iris.

—A eso iba: los demonios de sesenta seis puntos o menos, son lo que llamamos demonios menores, su inteligencia está por debajo de la humana y algunos atacarían por proteger su territorio instintivamente y otros lo harán porque digamos que el señor de este infierno y yo no nos llevamos bien… sólo estamos por acá por una apuesta que él y yo hicimos—respondió Rio.

—¿Pero tú me protegerás de los demás demonios? —Los labios de ella temblaban más que antes.

—Sí, pero es posible que algún ataque te alcance mientras lucho, debido a la desventaja numérica, pues los demonios menores, aunque débiles, son abundantes—. Rio sonrió levemente mientras se quitaba su sobretodo—. Toma, ponte mi sobretodo, él te protegerá como el mejor de los escudos.

Ella se colocó el sobretodo de forma cerrada, al fin y al cabo, era un «escudo», así que su prioridad era que cubriera lo más posible su cuerpo. Parte de su miedo desapareció.

—Acompáñame—. Rio comenzó a caminar e Iris lo siguió.

Justo cuando se acercaban a un pozo de lava ardiente, este tomó forma de brazos y una boca, se trataba de un demonio cuyo espíritu se había hecho uno con parte del ambiente infernal.

—Quédate atrás Iris, no te preocupes, yo te protegeré—. Sonrió al decir esto mientras la miraba de reojo.

—De acuerdo—. El corazón de Iris latía rápido ante el posible peligro que representaba aquel ser de lava ardiente.

El demonio arrojó una bola de lava a Rio, la cual fue bloqueada por un campo de fuerza hecho con la energía excesiva que este emanaba más allá de su aura, la cual estaba programada para solidificarse ante cualquier ataque a distancia.

—Bueno me parece que, si quiero divertirme un poco contigo para así poder calentar para mis siguientes batallas que tendré en el camino, debo reducir al mínimo mi protección para así darte ventaja—comentó Rio.

Él deshizo su campo de fuerza y redujo al mínimo el poder protector que le proporcionaban sus ropas, las cuales fueron hechas con su propia energía.

El demonio comenzó a lanzar una bola de lava una tras otra, cada vez más furioso mientras Rio las esquivaba todas.

—Vaya, eres demasiado lento, ya me estás aburriendo—dijo Rio con tono burlón.

Rio saltó hasta el techo del infierno y de ahí lanzó once bolas de energía y como consecuencia de que estas impactaran contra el oponente, la explosión resultante desintegró al demonio de lava por completo, hasta no dejar rastro.

—Ya está—. Aunque Rio había estado corriendo, no se escuchaba agitado.

—Ya veo que te gusta jugar con tu oponente, como los gatos con la comida—. Iris se acercó a él al decir esto—. Eres cruel y disfrutas mostrando tu superioridad, ¿verdad?

Rio le sostuvo la mirada, ahogado en los profundos ojos azules de Iris, hasta que finalmente ella apartó la vista. Luego caminaron hasta llegar a una enorme puerta de piedra. Iris la observó con detenimiento: en la parte superior había una inscripción en la que se podía leer “Lujuria” y abajo estaban tallados bebes con alas negras, unidos por lazos en los que se concentraba aquella luz roja, mientras que en la parte inferior se podía leer “Ira” y cuando Rio se acercó, la puerta se abrió sin que él la tocara. Los bebés se movieron, y su mirada se tornó carmesí.

Rio caminó hasta atravesar la puerta y miró hacia Iris, que se había quedado atrás.

—Ven, tengo prisa —ordenó él. El contrato hizo su efecto, obligando a Iris a caminar hasta quedar a su lado, recordándola su posición de servidumbre eterna.

—Dijiste que sería tu sirvienta por la eternidad, ¿significa que me has vuelto inmortal? —Ella sintió miedo al preguntar esto, porque en parte sabía cuál era la respuesta, pero no le agradaba en absoluto esa idea.

—Te quedarás con esta apariencia de dieciséis años, además tu vida no es tan frágil como la de un ser humano común y corriente, no sólo por la dificultad para matarte, sino porque ya no puedes enfermarte, en cierta forma eres «inmortal»—respondió Rio: sabía que muchos humanos consideraban eso como inmortalidad. Él pensó en lo valiosa que era Iris para él y que el contrato hiciera un efecto así era necesario para conservarla.

La puerta se cerró tras ellos y un ejército de demonios alados los rodeó volando, eran millones, cada uno de ellos con enormes cuernos, piel negra y alas gigantes parecidas a las de los murciélagos. Uno de ellos se colocó en el suelo, a unos diez metros de Rio e Iris.

—Demonios de dieseis a treinta puntos—. Rio se apartó un poco de Iris y fijó su vista en el demonio que estaba en el piso. Luego observó las alturas—. No sé si decir que tienen mucho valor o son más estúpidos de lo que esperaba, ¿realmente piensan que pueden derrotarme entre todos o sólo tienen ganas de morir?

—Acabaremos contigo en nombre del señor Lucifer, somos millones contra ti. —Señaló a Rio alzando el brazo izquierdo—. Mira nuestras garras Rio, serán las que desgarrarán tu miserable cuerpo antes de que te devoremos…. Luego seguirá la humana que te acompaña en esta ocasión—. Alzó el vuelo al momento de concluir su oración.

—Como dije, tienen mucho valor—. Rio sonrió como si le hubieran invitado a una gran fiesta.

Rio dejó fluir su energía hasta llegar al treinta por ciento del límite de uso que le permitía su cuerpo en ese momento. Acto seguido disparó su energía en forma de rayo, acabando con la mitad de sus oponentes.

—Haciendo un ataque tan concentrado me la están poniendo demasiado fácil ¡Vamos! Por favor, brinden me algo de diversión —gritó para que todos le escucharan.

El resto del ejército de demonios comenzó a moverse como avispas alborotadas alrededor de Rio e Iris. Cada miembro del ejército disparó un rayo que concentraron hacia el cuerpo de Rio, pero estos rayos chocaron contra el imponente campo de fuerza que apenas se alteró un poco antes de volverse invisible de nuevo.

—Es hora de acabar con esto—dijo Rio, más para sí mismo que para los demás.

Comenzó a moverse a increíble velocidad, tanto que desaparecía de la vista de los demonios y al detenerse por instantes frente a ellos para dispararles bolas de energía, reaparecía. Al cabo de unos segundos ya había acabado con todos.

Luego de esto, siguieron avanzando y Rio acababa sin problemas con cada ejército de demonios menores. Iris se sentía tranquila a su lado, pero fue entonces que llegaron a la quinta sección.

Rio se apartó de ella al observar al ejército que les había estado esperando con ansias: se trataba de demonios que se encontraban entre los sesenta y sesenta seis puntos, con forma de rinocerontes totalmente negros del tamaño de elefantes, pero con grandes alas de murciélago y además con largas colas y grandes cuernos como los de un toro.

Rio liberó su poder hasta alcanzar el cincuenta y cinco por ciento de lo que, por ahora podía resistir su cuerpo.

Los demonios menores se acercaban rápidamente, no había tiempo para mediar palabras. Él materializó su ramo de rosas y las lanzó con telequinesis a puntos estratégicos, por último, arrojó bolas de energía a las rosas, la explosión de las bolas multiplicó su poder al entrar en contacto con ellas y arrasó con casi todo el ejército.

—Como siempre no me sirvieron ni para el calentamiento—. Bostezó al decir esto y se tapó la boca con la mano izquierda.

Iris observó horrorizada como seis de los demonios se regeneraban a partir de unas palabras en medio del aire, las cuales parecían estar escritas en chino.

«Resistieron su ataque… ¿son más fuertes que él? ¿Acaso voy a morir?», pensó Iris.

Rio vio como cinco de los demonios huyeron en un intento de salvar sus vidas.

—¿A dónde creen que van hijos de puta? ¿Creen realmente que los dejaré huir tan fácilmente? —gritó Rio mientras reía—. Deben estar bromeando. —La emoción de verlos sobrevivir había hecho que se olvidara de la presencia de Iris.

Rio se movió a gran velocidad, deteniéndose para colocar una bola de energía en el hocico de ellos, las bolas estallaban, desintegrándolos.

El demonio restante, tras recuperarse del aturdimiento, había ido en estampida contra Iris. Rio se quedó quieto para ver como este rebotaba contra el sobretodo, sin causarle daño a ella y luego disparó un rayo que eliminó a este último enemigo.

—¿Có… cómo es que sigo viva y totalmente ilesa? —Iris temblaba del pánico, realmente sintió que iba a morir.

—Mi sobretodo te protegió, de todas mis ropas protectoras es la más resistente, quizá hubiera fallado ante el ataque de tantos demonios, en especial porque lo llevas tú y así no cuenta con mi aura como refuerzo, pero ante un solo ataque de bajo nivel, era obvio que te protegería, por eso te lo di—explicó Rio.

Una lágrima escapó del ojo izquierdo de Iris ante la respuesta de Rio y ni ella misma supo si era de alivio o se trataba de un lamento profundo por su situación.
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